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La Olla / Anfitrión

de Tito Maccio Plauto

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ANFITRIÓN -LA COMEDIA DE LA OLLA

Tito Maccio Plauto (254 a.C.– 184 a.C.) fue un comediógrafo latino. Sus obras fueron menos refinadas que las griegas, pero más cómicas. Sus personajes son jóvenes alocados y calaveras, cortesanas, alcahuetas, esclavos diabólicamente astutos, viejos verdes y gruñones, parásitos, soldados fanfarrones, etc. Sus argumentos estaban llenos de enredos, engaños y confusiones, siempre..

Desde siempre se ha tenido el Anfitrión de Plauto por una comedia inequívoca, por un modelo ilustre y elocuente de lo que debe ser una comedia en el sentido de obra cómica, para hacer reír. Y aunque en origen se remonta a un tema tratado por la tragedia, Plauto decidió escribirla ‘en comedia’, subiéndonos al escenario a un marido cornudo ‘por la gracia del dios Júpiter’.

El eje sobre el que gira la obra es el del trastorno de la identidad y sus mil rostros, que nos pone ante un auténtico carnaval de celos, caos, confusión y neurosis de donde nacerá el humor. Múltiples veces readaptada en la literatura universal, el Anfitrión goza de extraordinario éxito en las representaciones y festivales de Teatro Clásico. La presente traducción, cuidadosamente preparada por Antonio López Fonseca, nos presenta un texto terso, elegante y sobre todo inteligible. Pensando en ti, lector.

La Aulularia o «Comedia de la olla» es la historia del caso de un viejo avaro, que a fuerza de un miedo neurótico a perder un tesoro encontrado, acaba, como no podía ser de otra manera, por perderlo en la realidad. Pero la Aulularia es una comedia: el viejo recupera el tesoro y, según lo que sabemos —no se conserva el final de la pieza—, sin intervención de un psiquiatra, también la salud mental: «Ni de noche ni de día tenía un momento de tranquilidad; ahora podré volver a dormir»,exclama en un grito de liberación después de haber hecho entrega de la dichosa olla de oro a Fedria, su hija, y al esposo de ésta, Licónides.
El dios lar de la casa, harto de la indiferencia para con él de más de una generación de sus
habitantes y conmovido por las ofrendas de Fedria, la hija del actual pater familias Euclión, ha hecho descubrir a éste el tesoro que le confió uno de sus antepasados, sólo en atención a ella, Fedria, para que tenga su padre con qué dotarla y poderla casar. Pero Euclión, que según parece tiene ya una cierta predisposición al ahorro, pierde la cabeza con el hallazgo y vive bajo el continuo miedo de su pérdida, y se siente obligado a controlar una y otra vez, no sea que quizá haya desaparecido.

Fedria espera un hijo; nadie lo sabe aparte de su aya Estáfila, la vieja esclava. Ella no
conoce al padre, pero el padre, Licónides, el joven y adinerado vecino, sí sabe que es Fedria la muchacha que violó por culpa del vino y del amor en la noche de la vigilia de Ceres. Eunomia, madre de Licónides, quiere convencer a su solterón, otoñal y patriarcalista hermano, el ricachón Megadoro, de que se case; Megadoro consiente, pero ha de ser con la vecinita Fedria, a pesar, o precisamente por su pobreza; el motivo es claro: dineros, gracias a Dios, le sobran, y así será él quien tenga el bastón de mando.

Lleno de recelos y sospechas de que sea su tesoro lo que induce a Megadoro a emparentarse con su familia, accede al fin Euclión a concertar la boda. Ante el alboroto organizado en su casa por los cocineros que Megadoro ha hecho venir para preparar la cena nupcial, decide Euclión sacar la olla de su escondrijo y la lleva primero al Templo de la Fidelidad.
Desgraciadamente no resulta en su caso verídico aquello de nomen omen: un esclavo de Licónides lo ha visto y Euclión lleva entonces el oro al bosque de Silvano, a donde le sigue el esclavo, que consigue al fin hacerse con la olla. Fedria entre tanto está a punto de dar a luz y Licónides ruega a su madre que interceda con Megadoro para que le ceda la joven como esposa. Sigue el lamento de Euclión por el tesoro perdido. Lícónides lo oye y, como no sabe nada de la olla, piensa que el motivo es su propia trastada. Euclión es informado y entra en casa para cerciorarse de todo. El esclavo de Licónides comunica a su amo el feliz hallazgo, que intenta luego negar ante su reacción de ira y sus amenazas. En este punto termina el texto llegado hasta nosotros. Por fragmentos y otras noticias se sabe que la pieza termina bien: Licónides consigue recuperar la olla y se la entrega a su dueño,
  FundacionRosacruz | Jan 20, 2018 |
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