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Esteban Buch teaches music history at the Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales in Paris

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Entendre la guerre: sons, musiques et silence en 14-18 (2014) — Contribuinte — 1 exemplar(es)

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4/05/13
Rumores detrás del grito sagrado.La discusión acerca de los símbolos nacionales gana actualidad y la reedición de “O juremos con gloria morir...”, de Esteban Buch, traza la historia del Himno desde 1813 hasta Charly García.Por Gustavo Fernandez Walker

En el principio era el verbo: “Oíd, mortales”. El Himno Nacional Argentino exige, ante todo, atención. E invita, en ese mismo gesto, a un ejercicio hermenéutico: el de interpretar ese “grito”, que además es “sagrado”. Baste recordar el comienzo de otro himno emblemático como “La marsellesa”, una suerte de modelo para todo intento ulterior de elaborar una canción patria, para advertir que allí donde el Himno argentino invita a descifrar un mensaje, el francés empuja a la acción: Allons!

Ambos himnos comienzan con un imperativo, pero no hay menos urgencia en el argentino que en el francés: hoy, en épocas de bicentenarios, la discusión acerca de los símbolos nacionales ha ganado una saludable actualidad, demostrando que el universo de los discursos puede también convertirse en una suerte de campo de batalla en el que combaten las interpretaciones. En ese sentido, la reedición de O juremos con gloria morir. Una historia del Himno Nacional Argentino, de la Asamblea del Año XIII a Charly García , de Esteban Buch (Eterna Cadencia), llega en el momento justo. Leed, mortales.

El libro de Buch apareció originalmente en 1994, con el subtítulo “Historia de una épica de Estado”. Eran otros tiempos, no sólo en la biografía intelectual del autor, que presentaba su primer trabajo académico, sino también de la Argentina. Años en los que el concepto de nación se revelaba casi como una quimera antes que como algo concreto, tangible y presente. Puede sonar un tanto simplificador enunciarlo así, pero lo cierto es que en pleno auge del ideario neoliberal parecía especialmente difícil pronunciar el “nosotros” que el sentido mismo de un himno nacional exige. En palabras del propio autor, aquella primera edición de O juremos con gloria morir se presentaba como un gesto “furiosamente anti-nacionalista”. Como señala Buch en el prólogo a esta nueva edición, para un joven formado en tiempos de la última dictadura, el Himno estaba asociado al dispositivo militar que invocaba al “ser argentino” como horizonte de su mecanismo represivo. En ese sentido, el libro resulta, más que anti nacionalista, anti esencialista: como otros símbolos patrios, el Himno Nacional no es la manifestación de una nación preexistente al gesto revolucionario de la independencia, sino que es un instrumento más dentro del largo proceso de la configuración de esa nación, una construcción colectiva que comienza, precisamente, con ese gesto.

De aquella primera versión del libro pasaron casi veinte años. A diferencia de lo que sugiere el tango, tras veinte años (con una crisis de proporciones épicas en el centro) las cosas no podrían ser más distintas. Cuenta Buch que en el origen de su investigación se encuentra un episodio vivido a fines de la década del 80, cuando tuvo que cubrir como periodista un modesto acto oficial en las afueras de Bariloche. Allí, la escasa concurrencia, encabezada por el intendente, tuvo que cantar el Himno Nacional al aire libre y sin ninguna clase de acompañamiento. El resultado, musicalmente, fue terrible, y Buch describe los rostros avergonzados de los presentes, evidentemente incómodos con un ritual que se ejecutaba más por obligación o simple inercia institucional que por convicción. Si se piensa que, en los últimos años, fue objeto de debate nacional si el mejor jugador del mundo cantaba con suficiente pasión el Himno, que se alabó la entrega de los Pumas entonando el “grito sagrado” con un puño en el pecho, o que ya es habitual escuchar el “oooh” del público futbolero cantando la introducción instrumental (!) antes de los partidos de las eliminatorias, no quedan dudas acerca del enorme giro que experimentó la relación de los argentinos con el Himno Nacional.

De ahí que Buch decida cerrar el libro con la polémica desatada por la versión grabada por Charly García en su disco Filosofía barata y zapatos de goma . Hay allí un punto de inflexión a partir del cual, no sin resistencias, el Himno hace su ingreso en un nuevo horizonte cultural en el que, aun con transformaciones, todavía nos seguimos moviendo: el del espectáculo atravesando las múltiples dimensiones de la política, tomando algunos lenguajes prestados al rock, al fútbol o la televisión. Allí se cierra provisoriamente el libro, ofreciendo algunas ideas para comprender la actualidad de una historia que todavía continuamos escribiendo.

O juremos con gloria morir tiene todos los ingredientes por los que se celebra cada nuevo libro de Esteban Buch, de Historia de un secreto hasta El caso Schönberg , pasando por The Bomarzo Affair o La novena de Beethoven : la combinación del rigor documental con la escritura por momentos virtuosa. Un virtuosismo que consiste en el despliegue de las múltiples capas que le confieren toda su densidad a procesos complejos. La claridad de la exposición no es un resultado de la simplificación, sino, por el contrario, del desarrollo de las distintas aristas de un determinado objeto, sea una composición, un artista o toda una época. Uno de los principales atractivos de O juremos con gloria morir es la posibilidad de ir reconstruyendo, a medida que se avanza en su lectura, los diversos pasos, a veces firmes, a veces vacilantes y a veces incluso inesperados, mediante los cuales el Himno adquirió su conformación actual. Según el autor, “la trayectoria socio histórica de una obra musical es un relato que se construye en torno a un personaje, que es la obra misma”.

Parte de la fascinación que ejerce ese relato tiene que ver con la oscuridad de los orígenes: la falta de documentos fue ya en el siglo XIX motivo de disputas, invitando a la elaboración de discursos que postulaban una suerte de inmaculada concepción de la canción nacional, alejada de intereses espurios o pragmatismos poco compatibles con la épica que, retrospectivamente, se buscaba construir. Toda la primera parte del libro de Buch está consagrada a ese momento originario, el de la invención del símbolo, para pasar, en una segunda instancia, al de su recepción, no menos turbulenta.

El año clave, en esta segunda etapa, es 1927. Con una diversidad de versiones “oficiales” del Himno en circulación, el gobierno de Alvear intentó establecer, por decreto, una nueva versión, definitiva, supuestamente inspirada en un viejo manuscrito de Parera recientemente exhumado. Más que por el descubrimiento de lo apócrifo de ese documento, el centro de la polémica fue la idea misma de intentar modificar un himno ya consagrado por la tradición, que dio origen a lo que Buch llama “una de las más formidables campañas periodísticas de la historia de la prensa argentina”. De las páginas de los diarios, el conflicto se trasladó a la calle: las celebraciones del 9 de julio terminaron con decenas de heridos y detenidos, tras los disturbios en los que las diferentes facciones se enfrentaban con sus respectivas versiones del Himno. El presidente Alvear, mientras reconocía su derrota simbólica, rescataba que, al menos, gracias a su iniciativa, “en estos días se ha cantado más el Himno que en diez años”. Esas disputas funcionan, de alguna manera, como preludio al golpe de 1930, que inaugura un largo período en la Argentina, en el que la relación entre la política y sus símbolos cobra, necesariamente, una nueva dimensión. A él está dedicada la tercera parte del libro, que se extiende hasta la transición democrática. En esas páginas, la disputa simbólica se transforma en herida abierta.

Cuando O juremos con gloria morir apareció por primera vez, estaba de moda un discurso que propugnaba el fin de la Historia. En cambio, si algo es seguro en los últimos años, es que se alcanzó una extendida conciencia acerca de la importancia de las disputas simbólicas en el terreno de lo político. La actualidad de esas discusiones hace de la lectura de un texto como el de Buch algo no sólo recomendado, sino también necesario. Y, por definición, nunca definitivo: la dinámica misma de su objeto de estudio hace imposible pretender que se haya llegado al punto final del recorrido.

Sorry, Fukuyama.
http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/musica/O-juremos-con-gloria-morir_0...
… (mais)
 
Marcado
MariaCristinaAlvite | Apr 18, 2016 |
The author tends to focus more on the growth and development of political music rather than offer a comprehensive history of the ninth. The information is there but it is not at the forefront.
 
Marcado
Trotsky731 | Feb 19, 2007 |

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